quinta-feira, 15 de outubro de 2020

La vista

Los ojos son como una cámara que filma todo lo que nos rodea. 

Están cubiertos por los párpados, que se abren y se cierran regularmente sin que nos demos cuenta. 
De esa manera desparraman lágrimas sobre los ojos, que necesitan estar siempre húmedos.

Algunas personas no ven porque sus ojos no funcionan: son ciegos.
Las cejas, las pestanãs y los párpados protegen a los ojos.

Las personas tienen diferentes colores de ojos. 
Depende del color de ojos de sus padres.

Los ojos son preciosos y hay que cuidarlos. 
Por ejemplo, nunca mirar al Sol directamente sin llevar anteojos negros.
Si no vemos bien de cerca o de lejos, o si vemos borroso, tendremos que usar lentes para corregir la vista y ver con nitidez.

La luz entra en ojo por una pequeña abertura negra: la pupila. 
Cuando estamos a pleno sol, la pupila se hace pequeña; cuando estamos en la oscuridad, se agranda.
Tenemos dos ojos para ver más y también para mantener el equilibrio. 

Intentá caminar con un ojo cerrado; verás que es más difícil.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El olfato

Cuando estamos resfriados y tenemos la nariz tapada, el aire no pasa y no sentimos los olores.

Cuando la nariz gotea, sucede lo mismo: tiene mucho líquido y por eso el aire no puede circular por ella.

Durante el invierno es muy común resfriarse, y nos sonamos la nariz con frecuencia.

Un pequeño conducto comunica los ojos con la nariz. 

Por eso cuando lloramos también debemos sonarnos la nariz, que gotea.

Cuando estamos resfriados se nos tapa la nariz. 

Nos sentimos hambre porque no olemos los buenos aromas que nos abren al apetito.
Si la nariz queda tapada, el médico pude indicar el uso de gotas especiales, que permiten recuperar el olfato y el gusto.

Algunos animales sienten los olores mejor que nosotros. 
Es el caso de los perros, que tienen un gran olfato. 

Por ejemplo, son capaces de encontrar gente atrapada debajo de la nieve.

Hay personas que trabajan mezclando diferentes olores para crear uno nuevo. Son los fabricantes de perfumes.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El olfato

La nariz permite reconocer los olores que están en el aire. 
Algunos olores son agradables como el de las flores; otros, desagradables como el humo de los caños de escape de los autos o el de la basura que se descompone.

Las narices tienen formas diferentes: respingada, ganchuda, ancha, larga... 
Y cada una siente los olores de manera diferente.
Algunos olores provocan hambre, como el de las medialunas recién horneadas. Otros dan náuseas, como el de la basura.

Reconocer los olores nos permite reaccionar: el olor a gas o a quemado nos advierte que hay peligro.
Sólo por el olor, con los ojos vendados, podemos reconocer un pollo recién salido del horno o un chocolate caliente. 

Si los alimentos están fríos, es más difícil.
Gracias a la nariz, nos damos cuenta de si un alimento puede comerse o no. 
Si el pescado tiene mal olor, no debemos comerlo.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El tacto

Gracias a la piel, que envuelve todo nuestro cuerpo, podemos "sentir" lo que tocamos.
Reconocemos si es suave o áspero, blando o duro, caliente o frío, etc.
Algunas partes de nuestro cuerpo son más sensibles que otras.

Con los ojos vendados podemos reconocer la forma de un rostro o el tipo de cabello de una persona.

Los cosquillas provocan risas si se hacen en ciertas partes del cuerpo, como debajo de los brazos.

La piel nos avisa enseguida si lo que tocamos hace daño, para que nos apartemos inmediatamente.
Al tomar sol, la piel se oscurece
Esto se nota bien cuando nos sacamos el traje de baño.

Las pieles muy claras no se broncean tan fácilmente como las pieles más oscuras.
Si tomamos sol sin protección, la piel se quema y se pone roja. Si se quema demasiado, pueden formarse ampollas.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El tacto

Si mirarmos la piel con una lupa, veremos unos pequeñísimos agujeritos en la superficie; son los poros. 
Si tenemos mucho calor, los agujeritos dejan salir el sudor y eso nos refresca; si tenemos frío, se cierran para que el calor no escape del cuerpo.

Debemos evitar tocar algo muy frío, porque nuestros dedos pueden entumecerse y es muy doloroso. 
Para jugar con la nieve, hay que usar guantes
Acercar las manos al fuego es agradable, pero ¡cuidado!: si tocamos las llamas, nos quemamos.

La piel nos permite apreciar la temperatura del agua que cae, y si es una lluvia suave o si llueve mucho.
Cuando sentimos frío luego de tener calor, temblamos. Pequeños músculos debajo de la piel se sacuden para calentarnos.

La piel de los dedos es muy sensible. 
Si nos pinchamos o cortamos con un cuchillo, el dolor es intenso. 
Con solo tocar una piedra sabemos si es lisa o rugosa, es decir, si el dedo se desliza fácilmente sobre ella o no.

Podemos saber si la almohada es mullida tomándola con nuestras manos.
Si tocamos un cactus, pincha. 
Si acariciamos un gato, es suave.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El equilibrio

Gracias al oído podemos mantener el equilibrio. 
A veces, cuando estamos en una calesita y nos sacudimos o giramos con velocidad, quedamos aturdidos y sentimos que vamos a caer. Esto se debe a que el oído interno se agita y le cuesta restablecer el equilibrio.

En un barco, cuando el mar está agitado, nos mareamos y vomitamos. 
Los movimientos del mar molestan al oído y nos descomponen.
En el auto, cuando no vemos la ruta y hay muchas curvas en el camino, el oído se perturba y nos mareamos.

Si jugamos a dar vueltas como un trompo, cuando nos detenemos es necesario que nos sostengan. 

Si no, podemos caer.

Los oídos son preciosos. 

Hay que cuidarlos y no introducir ningún elemento que pueda dañarlos, sobre todo objetos puntiagudos.

Ante el riesgo de caernos, también es el oído interno el que previene al cerebro para que realicemos los movimientos correctos.
El cerebro dirige todo lo que hacemos.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El oído

Con los oídos percibimos los sonidos: suaves, como el piar de los pájaros; fuertes, como el de un trueno o un avión.
El sentido del oído nos permite aprender a hablar. 
La persona que no oye es sorda.

Si ponemos las manos detrás de las orejas, escuchamos mejor.
Cuando hay muchos ruidos fuertes, nos resulta difícil distinguirlos unos de otros.
Entre todos los ruidos, escuchamos el más fuerte.

Cuando los ruidos son suaves, podemos escucharlos a todos al mismo tiempo: el agua que corre en el río y el canto de un pájaro, por ejemplo.

La parte del oído que no vemos es muy importante. 

Hasta allí llegan los sonidos y entonces podemos reconocerlos.

Si subimos a lo alto de una montaña, los oídos se tapan y oímos menos. 

Pero al tragar un poco de saliva se destapan.

En invierno, hay que abrigarse bien para no resfriarse ni tener dolor de garganta, pues podríamos enfermar de otitis, que es una infección del oído muy dolorosa.

Los sonidos muy fuertes pueden dañar la parte invisible del oído; entonces oiríamos menos ¡y hasta podríamos quedar sordos!

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El gusto

A medida que crecemos, se desarrolla el sentido del gusto. Desde pequeños hay que esforzarse por probar de todo y no rechazar alimentos solo porque no los conocemos.

Para que la lengua reconozca bien los alimentos, debe estar mojada con la saliva.
Realizá un experimento: secá tu lengua con una servilleta de papel y poné un poco de azúcar sobre ella. No sentirás tan claro el sabor.

Cuando vamos a comer un alimento que nos gusta mucho, por ejemplo golosinas y tortas, empezamos a sentir hambre y salivamos más.
Todas las personas no poseen el mismo sentido del gusto. 

Depende de lo que se ha comido desde la primera infancia, y de las costumbres
En algunos lugares se prefiere el pescado y el arroz; en otros, la carne y las papas fritas.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

El gusto

Cuando comemos usamos la lengua, que nos permite reconecer si algo es dulce, salado, ácido, caliente o frío. 
Por eso aun con los ojos cerrados podemos reconocer diferentes alimentos.
Con la nariz también podemos distinguir alimentos por su olor. 

La boca y la nariz están conectadas.
Si estamos resfriados, lo que comemos tiene para nosotros menos sabor.
La parte de abajo de la lengua no reconece los sabores. 
Hacé la prueba pasando por allí una cuchara con azúcar.

Si nos quemamos la lengua con comida demasiado caliente, ¡no sentiremos los sabores por algunos días!
Algunas cebollas son amargas.
El limón es ácido.
Las tortas son dulces.
El pancho es salado.

No toda la lengua reconece los sabores. 
El medio, por ejemplo, no capta ninguno. 
En el dibujo, el color que acompaña a cada alimento se ve también en la lengua y te muestra qué partes reconecen el gusto amargo, el ácido, el salado y el dulce.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

quarta-feira, 14 de outubro de 2020

Los cinco sentidos

Los ojos, la nariz, la boca, las orejas y la piel son los órganos que nos permitem ver, oler, gustar, oír y tocar.
Gracias a ellos, podemos comunicarnos con los otros y conocer el mundo que nos rodea.
La vista, el  oído, el olfato, el gusto y el tacto son los cinco sentidos.

Los ojos 
Son los órganos de la vista.
Las orejas
Son los órganos del oído.
La nariz
Es el órgano del olfato.
La lengua
Es el órgano del gusto.
La piel
Es el órgano del tacto.

La vista
Los ojos nos permiten ver.
Si no vemos bien de cerca o de lejos, usamos anteojos o lentes de contacto. 
Al envejecer, no se ve tan bien. 
Cuando alguien no ve, es ciego.

El oído
Las orejas nos permiten oír los ruidos, desde los más débiles hasta los más fuertes. 
¡Cuidado! 
Los ruidos demasiado fuertes pueden dañar el oído y entonces se oye menos. 
Cuando alguien no oye, es sordo.

El olfato
La nariz nos sirve para sentir los olores agradables o desagradables. 

Cuando estamos resfriados, se tapa con mucosidad (los mocos) y no reconocemos los olores.

El gusto
Con la lengua reconocemos los sabores: dulce, como el de las golosinas; salado, como el de una salsicha; ácido como el limón, o amargo como el café. 

No toda la lengua percibe los sabores; en el medio no siente nada.

El tacto
La piel de las manos, de los pies y de los labios es muy sensible. 
La piel nos informa sobre lo que está caliente, frío, mojado, seco, si pincha o corta...

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Mi cuerpo. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.

Digerir

La comida que tragamos comienza un largo viaje en la boca; atreviesa todo el sistema digestivo antes de ser absorvida por la sangre, que la transforma y transmite a todos los órganos. 

Este largo trayecto se llama digestión.

En la boca, la comida es ablandada con ayuda de la saliva y triturada por los dientes.

La comida pasa por un largo tubo para llegar al estómago, donde se reduce a una pasta.
Continúa su ruta por los intestinos, donde una parte del alimento es absorbida por la sangre, para alimentar a todos los órganos.
El viaje de la comida termina en el baño. 
El cuerpo absorbe todos los nutrientes que necesita y expulsa los desechos en forma de pis y caca.

Para digerir bien hay que tomarse un tiempo para comer con tranquilidad. No se debe comer entre las comidas para no fatigar el estómago.
Cuando comemos demasiado o si tenemos un virus, la digestión no se realiza bien: nos da dolor de panza y a veces vomitamos.

Hay que esperar que termine la digestión antes de ir a bañarse, sobre todo si el agua está fría.

Los dientes
Los incisivos cortan.
Los caninos desgarran.
Los premolares y los molares trituran.

Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Mi cuerpo. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.