Con los oídos percibimos los sonidos: suaves, como el piar de los pájaros; fuertes, como el de un trueno o un avión.
El sentido del oído nos permite aprender a hablar.
La persona que no oye es sorda.
Cuando hay muchos ruidos fuertes, nos resulta difícil distinguirlos unos de otros.
Entre todos los ruidos, escuchamos el más fuerte.
Cuando los ruidos son suaves, podemos escucharlos a todos al mismo tiempo: el agua que corre en el río y el canto de un pájaro, por ejemplo.
La parte del oído que no vemos es muy importante.
Si subimos a lo alto de una montaña, los oídos se tapan y oímos menos.
Pero al tragar un poco de saliva se destapan.
En invierno, hay que abrigarse bien para no resfriarse ni tener dolor de garganta, pues podríamos enfermar de otitis, que es una infección del oído muy dolorosa.
Los sonidos muy fuertes pueden dañar la parte invisible del oído; entonces oiríamos menos ¡y hasta podríamos quedar sordos!
Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.
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