A medida que crecemos, se desarrolla el sentido del gusto. Desde pequeños hay que esforzarse por probar de todo y no rechazar alimentos solo porque no los conocemos.
Realizá un experimento: secá tu lengua con una servilleta de papel y poné un poco de azúcar sobre ella. No sentirás tan claro el sabor.
Cuando vamos a comer un alimento que nos gusta mucho, por ejemplo golosinas y tortas, empezamos a sentir hambre y salivamos más.
Todas las personas no poseen el mismo sentido del gusto.
En algunos lugares se prefiere el pescado y el arroz; en otros, la carne y las papas fritas.
Fuente: COLAZO, Pablo Daniel. Colección Quiero Saber: Los 5 sentidos. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino, 2012.
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